Aun giraban los derviches, siete siglos después de la
muerte de Rumi, cuando llegaron las primeras fotos de la Tierra. Caetano Veloso
estaba en la cárcel y las recibió de su mujer. El mundo, que era inmenso y a la
vez pequeño, gravitaba las distancias insalvables de una única noche espacial. Inspirado
por el recuerdo de aquella visión compuso “Terra”:
“Quando eu me encontrava preso
Na cela de uma cadeia
Foi que vi pela primeira vez
As tais fotografias
Em que apareces inteira
Porém lá não estavas nua
E sim coberta de nuvens...
Terra! Terra!
Por mais distante
O errante navegante
Quem jamais te esqueceria?...”
Veloso describe el sentir común de miles de humanos al
contemplar la imagen del planeta que habitan. Punset lo recuerda (1): “Siempre
me fascinó lo que pusieron de manifiesto las primeras fotografías de la Tierra
tomadas desde el espacio. Aquí abajo el tejemaneje de la política consiste en
conciliar los intereses supuestamente contradictorios de los distintos países,
mientras que desde el espacio ninguna de las fotografías
señala la existencia de fronteras separando a un país de otro. Son todas
inventadas.”
Una de las primeras fotos de la Tierra vista desde fuera.
No existen
límites, ni mapas, ni bordes a un territorio que es siempre más amplio que el
concepto que trata de abarcarlo. Por eso comenzamos esta entrada dando un rodeo
de quinientos años para desembocar en Rumi, el poeta persa creador de la danza de los derviches giróvagos (2). El
movimiento de sus bailiarines asemeja el de los planetas en su danza cósmica:
giran alrededor de la luz, una única noche les envuelve, derivan en un mar
infinito, donde no existen separaciones, sólo un baile de formas cambiantes,
rostros distintos de una única realidad.
Rumi
trabajaba como instructor y rector en la Universidad de Konya, capital de
Anatolia, la actual Turquía, cuando a sus 34 años el encuentro con otro hombre
cambió su vida. Su hijo Sultan Walad lo describe así: “Tras conocer a Shams,
danzó mi padre toda el día y cantó toda la noche. Había sido un erudito y se
convirtió en un poeta. Había sido un asceta y se embriagó de amor”. Existen
varias versiones del encuentro entre Rumi y el derviche errante Shams-e Tabriz.
Dos de ellas son muy similares. En ambas Rumi se encuentra en medio de una
disertación cuando Shams aparece y destruye sus libros para resucitarlos luego.
En una de ellas los arroja a un estanque, incluido un ejemplar escrito a mano
por el padre de Rumi, luego los rescata intactos. En la otra versión los libros
arden ante una señal de las manos de Shams. Los rescata de sus cenizas. Varían
los elementos: agua y fuego. En la última versión Shams convierte en cenizas el
conocimiento ilusorio de los libros y su fuego prende el despertar de Rumi. En
la primera, el saber hasta entonces estéril encerrado en aquella biblioteca es
purificado por un bautismo sagrado, reconvertido a una nueva forma de
conocimiento abierto y vivo. La conversión y la higiene son propiedades fundamentales
del agua. Del mismo modo que la destrucción y la transformación, sea del
alimento o la energía, sea para la obtención de calor o la luz, son apreciadas propiedades
del fuego. En ambas el conocimiento yerto palpita en Rumi, y le descubre la
gracia de amar.
Yalal ad-Din Muhammad Rumí
Dieciocho
meses después de aquel encuentro, Shams despareció. De nuevo las versiones se
multiplican. Shams abraza la noche y desaparece. Rumi dormido lo ignora hasta
el amanecer. Discípulos del poeta le asesinan envidiosos del trato que recibe.
Rumi cae en la desesperación. Como la caña cercenada del cañaveral, gime su
separación del amado. Escribe: “siempre que un amante llora, está contando
su historia.” Pero en la felicidad de la presencia y el dolor de la
ausencia, Rumi se ha convertido a una nueva fe (3). Ibn Arabi (4) la describe
de este modo: “Mi corazón abarca todas las formas, contiene un prado para
todas las gacelas y un monasterio para los monjes cristianos. Hay un templo
para los idólatras y un santuario para los peregrinos; en él está la tabla de
la Tora y el Libro del Corán. Yo sigo la religión del Amor y voy por cualquier
camino por donde me lleve Su camello. Ésta es la verdadera fe; ésta es la
verdadera religión.”
La tierra
gira. El movimiento es amor. Todas las religiones que la pueblan no son sino
formas de una misma realidad. En Konya renace una danza sagrada. Los derviches
seguidores de Rumi giran sin cesar sobre sí mismos. “Día y noche danzó mi
padre en éxtasis, escribe su hijo, girando en la tierra como los
círculos celestes. Su risa resonaba en el cenit del cielo y la oían seres de
todos los reinos. Bañaba a los músicos de oro y plata. En público y en privado
la gente abandonaba dogmas y vacíos rituales ¡persiguiendo enloquecidos el
amor!”.
Mevleví o Derviches giradores
En el siglo XIII Rumi fue un defensor de las
teorías heliocéntricas. De alguna forma, es como si hubiera visto la tierra
desde arriba y se inspirarse para la creación de sus danzas. Como si las
hubiera visto en unas fotografías, desnuda, parcheada de nubes, danzando
alrededor del sol. En las fotos no existían fronteras, no había muros para la
cárcel que trataba de encerrar a Caetano Veloso, o a cada persona en el
interior de su nombre.
Eu estou apaixonado
Por uma menina terra
Signo de elemneto terra
Do mar se diz terra à vista
Terra para o pé firmeza
Terra para a mão carícia
Outros astros lhe são guia...
Eu sou um leão de fogo
Sem ti me consumiria
A mim mesmo eternamente
E de nada valeria
Acontecer de eu ser gente
E gente é outra alegria
Diferente das estrelas...
(1) Extraido de la entrada “Las
fronteras son un invento” que puede leerse al completo en
http://www.eduardpunset.es/7381/general/las-fronteras-son-un-invento
(2) Mevleví o Derviches giradores es una orden (tariqa) de derviches de Turquía, fundada por los discípulos poeta Sufí Jalal
al-Din Muhammad Rumi en el siglo XIII. El centro de la orden está en Konya, (Turquía). Se les
conoce como Derviches giróvagos o
giradores porque tienen una ceremonia de danza-meditación, llamada Sema, que consiste en una danza
masculina acompañada por música de flauta y tambores. Los danzantes, giran
sobre sí mismos con los brazos extendidos, simbolizando "la ascendencia
espiritual hacía la verdad, acompañados por el amor y liberados totalmente del
ego". La ceremonia se originó entre los místicos de la India y los sufís turcos.
El Sema, como ceremonia mevleví, fue proclamada en 2005 e inscrita en 2008 en la Lista representativa del Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Los
mevlevíes (de la voz árabe mawlana, mevlana en turco, "nuestro
maestro", sobrenombre de ar-Rumí), alcanzan el éxtasis místico (uaÿd) en
virtud de la danza (samá’), símbolo del baile de los planetas. (Tomado de
la wikipedia).
(3) El sufismo y sus practicantes están agrupados en distintas hermandades (tariqa, pl. turūq) que persiguen la purificación
del alma humana (nafs), la
consecución del Conocimiento divino (ma'arifa) y la realización de la
Realidad Divina (haqīqa), a través de las
enseñanzas espirituales que brinda la Revelación (el Corán y la sunna, principalmente), de manera secundaria a
los dichos y experiencias de otros profetas y los santos, y la práctica de
un camino espiritual a través de la guía de un maestro autorizado (que posee
una cadena iniciática, silsila). Las diferencias entre ellas se deben más
que a una cuestión de principios a las características especiales que les
infunden los grandes maestros de cada cadena iniciática. (Tomado de la
Wikipedia).
El sufismo (el tasáwwuf) es lo contrario de lo
que muchos piensan. En primer lugar, el sufismo es el Islam, es la
profundización en él. El sufismo no es anterior al Islam, ni es una ‘herejía’
del Islam... Presentar el sufismo como algo desligable del Islam, o algo por
encima del Islam, es engañar, es buscar una clientela fácil entre quienes se
apuntan a cursillos de espiritualidad... el sufismo no es ‘esoterismo’, ni
‘ocultismo’, ni ningún morbo de esa clase. No es una ‘secta secreta’, ni es la
‘masonería’ del Islam…el sufismo infinitamente más serio y de raíces más en la
tierra… los sufíes son ‘gentes normales’… nada tiene que ver eso con los
remedos de disidencias místicas que se dan en Occidente… El sufismo no es
‘sentarse a escuchar a un maestro y quedarse embobado’. El embobamiento no
cambia nada en el corazón del que escucha. El sufismo es Yihâd, es lucha
interior y exterior, es esfuerzo continuado sobre una senda exigente… El
sufismo no es una terapia, ni es un conjunto de ejercicios de respiración o
relajación o meditación, ni es danzas exóticas y cánticos agradables… es vivir
el Islam con nobleza e intensidad hasta la sabiduría y hasta la paz absoluta.
Es la emoción del musulmán en el Islam… reconciliación con la vida y con el
Creador de la vida, y es subordinación total al Señor de la vida, fluyendo en
paz con su Voluntad hacedora de cada instante, es entregarse a Allah sin
amaneramientos ni bobaliconería. Lo que mana de esa relación es la Belleza que
embriaga a los enamorados de Allah y de su Mensajero. (Tomado de la web
musulmanesandaluces.org, en concreto del artículo “Cuidado con el sufismo” que
puede leerse completo en el enlace:
http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/38/cuidado_con_el_sufismo.htm)
(4) Místico sufí, pensador y poeta, Muhyiddin Muhammad Ibn
al-Arabi es uno de los mayores maestros espirituales de la historia.
Nació en Murcia, al-Andalus, en el año 1165 d. C., y sus obras han tenido
en todo el orbe islámico un enorme impacto que durante el pasado
siglo se ha hecho extensivo a todo el mundo, dado que las ideas de este
andalusí universal resultan hoy en día sumamente relevantes e
inspiradoras. (tomado de http://www.ibnarabisociety.es/)