lunes, 24 de noviembre de 2014

Caín y Abel. La música como creación de los pueblos nómadas.




          Amanece el día para el sedentario. El mismo espacio, estricto y pertinaz, apenas cambiado sutilmente, cíclico en sus mutaciones, vuelve a reflejarse en sus retinas. Frente a él, está el porvenir. El sedentario puede creer en lo duradero. Observa la inmutabilidad mineral, la paciencia vegetal. Es hermano del árbol y la piedra. 
            Amanece el día para el nómada. El espacio ha cambiado. Cambiará con el próximo Sol. El porvenir se construye con los pasos. El futuro es movimiento. Cada aurora es la aurora de un presagio, de una incertidumbre. Las posibilidades varían tras cada amanecer. No hay límites en sus retinas. Es hermano del animal que camina.


             La vista es espacio, el oído tiempo. El símbolo visual es simultáneo, el sonoro sucesivo. El sedentario está quieto en el centro de un espacio que abarca con sus ojos. El nómada jamás se detiene, el espacio que habita es sustituido perpetuamente. Los sedentarios crean las artes espaciales: arquitectura, escultura, pintura. El nómada crea las artes del tiempo: la música y la poesía. Las primeras son perdurables, las segundas efímeras. 
            Anochece. Poco a poco el tiempo va desgastando el espacio. La única erosión incombatible es el tiempo. Incluso el dolor es limado hasta la ausencia. Los pueblos sedentarios, seres de espacio, van poco a poco siendo más numerosos. Los nómadas casi desaparecen. Los seres de tiempo son una minoría que vaga la tierra desde la periferia social e histórica. Sin darse cuenta, van caminando siempre sobre la tierra de otros, que quietos sobre ella, dicen: nos pertenece. 


            René Guenon asimila este proceso a un viejo mito, la narración bíblica de Caín y Abel. Caín es  agricultor,  humanidad que trabaja la tierra inmóvil. Abel es pastor, humanidad que trabaja con los animales que caminan. Al primero se le atribuye la fundación de la primera ciudad. Abel, hombre de tiempo, cae muerto. El sedentarismo se ha impuesto. Permanece el espacio. Pero Música y Poesía, hijas del tiempo, permanecen en los pueblos sedentarios. Lo hacen como una nostalgia, como una elegía, como un recuerdo inmemorable. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario