jueves, 22 de enero de 2015

Flamenco-Jazz: historias.



            Para que la fusión denominada Flamenco-Jazz pudiera acontecer había de ser necesario un largo camino, literal y simbólico, que había de arrancar de latitudes remotas en el espacio, el tiempo y la conciencia. Historiar cualquier estilo musical puede desembocar en un abismo que se remonta los orígenes de la humanidad, el investigador ha de ser cauto y preciso en los límites y admitir, que todo intento de revelación será siempre una revelación inconclusa. 


            Para que el Flamenco emergiera fue preciso un viaje milenario, el de los gitanos de Rajastán, al noroeste de la India, hasta el solar ibérico. Del mismo modo, fue necesaria la coexistencia entre judíos, árabes y cristianos. No puede contemplarse una historia del Flamenco sin rastrear la influencia musical que Zyriab ejerció desde Córdoba o sin los cantos judíos, pero tampoco sin las músicas paganas anteriores al imperialismo romano. Pero si algo es ineludible en su historia es la marginación de los pueblos, el dolor sobre dolor acumulado en las generaciones. El Flamenco nace en el seno de la pobreza, de los alejados, en el hondo centro de las periferias. 


            De la misma forma, todo intento de acercamiento a las raíces del jazz es estéril si no se contempla el viaje desde África hasta los campos de Norteamérica, sin la trata de esclavos, sin las largas jornadas de trabajo, sin condenas perpetuas y violentos excesos, sin la segregación racial y el ansia de libertad.


            Como sucede con las palabras que definen el espíritu del Flamenco y el Jazz (ver nuestra entrada anterior Jazz-Flamenco: etimologías), el enigma de su historia se pierde en el tiempo, permanece irresoluble, se torna infinito. Al oír la fusión contemporánea entre ambas músicas se pueden oír los primeros pasos en Rajastán o el crujir de los barcos de esclavistas; ver el erótico balanceo de las bailarinas de Gades o la desnuda fuerza de la danza africana; oler el aroma las tabernas y los burdeles; palpar la firmeza de la azada o la suavidad del algodón; gustar la sal y el azúcar; presentir, al cabo, cada estrato original y único que ha dado forma y posibilidad a una mezcla que testifica, al modo de los estudios geológicos, todo el dolor acumulado, el exorcismo y la libertad.          

 Video de con Jerry González a la trompeta y Niño Josele a la guitarra. 

Video con Paco de Lucía a la guitarra y Chicck Corea al piano. 

Actuación completa del Flamenco Jazz All Star en Montreal: 
con Jorge Pardo al saxofón y flauta, Carles Benavent al bajo...


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