“Jazz” es la palabra que designa
una música nacida en los Estados Unidos de Norteamérica a finales del siglo
XIX, que terminó expandiéndose por todo el globo y que hoy asemeja algo similar
a una forma de vida o una narración sobre la que explicar el mundo. En los
comienzos las letras bailan alrededor de un sonido aun indefinido: jaz, jasz,
jas... Algunos postulan su origen africano, su origen criollo, otros su
semejanza con el término, que en argot americano, refería el sexo a finales del
XIX. Así, la palabra nace y se populariza en los burdeles de Nueva Orleáns.
Clay Smith escribió al respecto: “Si la verdad fuera conocida acerca del origen
de ‘jazz’ nunca sería mencionada en la sociedad educada...” Peter Tamony propone que es producto de la
transformación de “gism/jasm”, es decir, fuerza, esperma. Las hipótesis son
diversas, su origen se pierde en el tiempo. En 1913, en el periódico San
Francisco Bullet, aparece escrita por primera vez. Los miembros de una banda
militar ensayaban con sus instrumentos a ritmo de “jazz”. En 1917 la Original
Dixieland Band graba por primera vez un disco autodefinido como tal. La
palabra comienza su viaje y, con ella, el espíritu que envuelve y libera.
“Me preocupa cuando la gente trata de analizar el jazz como si fuera un teorema intelectual. No es tal. Es un sentimiento”. (Bill Evans)
Una de las más intrincadas hipótesis
acerca del origen del término “Flamenco” se debe al musicólogo Marius
Schneider. Si bien algunos han defendido su origen por asimilación al ave flamenco,
dada la semejanza de ésta con los bailaores, él preconizó la relación sobre la
correspondencia que los flamencos, en la simbología medieval, constituían con
el modo de mi, modo predominante en la música flamenca. Otros atribuyen su
origen al término neerlandés “flaming”, natural de flandes, por haber sido
creado entre los gitanos que llegaron a España desde Flandes. Aquí, al igual
que en el caso del Jazz, las hipótesis son sólo hipótesis, son abundantes y son
legendarias. En árabe “fellah mengu” puede traducirse como “campesino errante”:
campesinos moriscos sin tierra. Flamenco no es sólo una música o un baile, es
también una manera de hacer las cosas, de entretenerse en la vida y de cesar en
ella. “Manadas dolientes”, según Fernando Quiñones, fluyen en el flamenco. Los
flamencos nunca protestan, se quejan amargamente, observa Caballero Bonald,
pero jamás cantan su disconformidad, su anhelo de cambio, viven en una
quietud estoica.
“¿Cantas con facilidad?... ¡Ah, cuánto más te valdría/ cantar con dificultad!” (Julio Andugar)
Jazz-Flamenco, Flamenco-Jazz, aluden a una fusión misteriosa, a una
fundición incomprensible, pero posible.
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